martes, 3 de febrero de 2009

Para una historia de la fotografía uruguaya

Como lectura de verano, les propongo el texto que Diana Mines escribiera a principios de 1990 para el catálogo y dorso del afiche de la exposición "150 años después". Lo publico en el espíritu de aportar elementos para un mejor conocimiento de la fotografía uruguaya "reciente" y no tanto. Saludos. R.F.
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Ciento cincuenta años…

No es común que se celebre el aniversario de la aparición de una nueva técnica, como se celebró el año pasado en todo el mundo la invención de la fotografía. Por lo pronto, eso ya está demostrando que no se trata meramente de una técnica. Se intuye que algo cambió profundamente a partir de ese momento y sin embargo a la hora de definirla como “arte”, aún hoy hay voces que protestan. Paradojalmente, nadie duda en calificar al cine como “séptimo arte” a pesar de que, en lo estrictamente técnico lo único que lo separa de la fotografía es la reproducción del movimiento.

Ocurre que el gran mérito de la fotografía es, a la vez, su flanco más débil: es un arte de transición. Seguramente cuando Talbot sensibilizaba hojitas de papel en Inglaterra, cuando Nièpce y Daguerre vaporizaban con yodo sus láminas plateadas, cuando Hércules Florence imprimía etiquetas por medio de la luz en un pueblito brasileño, ninguno de ellos sabía que estaba por dirimir el antiguo conflicto entre la idea y la materia.

Con algunas excepciones —Leonardo da Vinci, la más ilustre— el arte occidental se había caracterizado por un marcado desprecio hacia las imperfecciones de la realidad. La aspiración de la obra de arte era alcanzar la Belleza y la Armonía faltantes en la naturaleza. Es comprensible que el vínculo tan estrecho entre esta última y la cámara fotográfica haya generado la resistencia de los artistas de la época: la cámara sólo podía ser aceptada como herramienta de arte si se disfrazaba de pincel…Nació en ese momento la artificial separación entre arte y documento, basada en su grado de parecido con la realidad.

Recién en pleno siglo veinte, cuando los científicos comprendieron que la “realidad” no era una sino muchas simultáneamente —cada una relativizada por su situación en el espacio en ese mismo momento— recién entonces se pudo explicar la casi mágica relación entre la objetividad y la subjetividad en la fotografía. La realidad es mucho menos prosaica de lo que Platón la presentaba: toda la fantasía imaginable cabe dentro de ella.
Cuando Galileo denunció la falacia de la antigua concepción del mundo, basándose en la observación directa, muchos pensaron que ya nada valía la pena si las esferas no eran perfectas y el hombre no estaba en el centro de ellas. Pero en aquel mundo de esferas, Ícaro se desplomaba con las alas derretidas, mientras que por la puerta abierta por Galileo, el ser humano viaja a través del espacio. Igualmente, cuando se dio a conocer el método fotográfico, alguien proclamó que el arte había muerto, y sin embargo el arte adquirió una nueva dimensión. Antes de la invención de la fotografía, nadie podría haber imaginado a un escultor trabajando algo tan efímero como el hielo, porque en la antigua geometría de las artes, no figuraba la dimensión temporal.

La fotografía es, de hecho, la primera de las artes del tiempo. Tras ells, el cine, el video, la holografía y la imagen computada avanzan sin escollos, pero la que abrió la brecha se asustó de su propio descubrimiento. Los fotógrafos sentimos el aire fresco en la cara, pero seguimos con los pies enredados en la maraña de una estética que las artes tradicionales ya han abandonado. Aún hoy se enseña a componer como si el visor de la cámara fuera un caballete y no el fragmento del mundo que en realidad es. Mundo en movimiento al que robamos un instante para estudiar su huella; síntesis fugaz de afueras y adentros que al traducirse en una imagen, se independiza y nos sobrevive.
Ciento cincuenta años después de inventada, lo mejor de la fotografía todavía está por hacerse.

…después.
Qué lección de humildad hubiera recibido el Abad Comte si al descender en el puerto de Río de Janeiro, a fines de 1839, cargando el recién inventado “daguerrotipo”, lo hubiera esperado una cámara fotográfica fabricada en Brasil… Lamentablemente su inventor, Hercules Florence, se había dado por vencido seis años antes. La sociedad brasileña no tenía necesidad real de la fotografía y la cámara de Florence pasó desapercibida. La que trajo Comte de París, en cambio, colmaba una típica necesidad colonial: la de imitar a las metrópolis.

La siguiente escala de Comte era Montevideo, a donde llegó en febrero de 1840. Hechas las tomas demostrativas —de cuales no se conserva ningun original— la fragata siguió rumbo a Chile, ante el bloqueo impuesto a Buenos Aires por Rosas. A decir verdad, el daguerrotipo no desentonaba en aquel Montevideo ya “reforzado” con tropas europeas.

La fotografía se instaló aquí —y poco más tarde en Buenos Aires— principalmente ejercida por viajeros europeos y norteamericanos. El daguerrotipo fue pronto sustituído por el menos costoso sistema negativo-positivo, en todos los materiales posibles: albúmina, metales laqueados, colodión, etc.

La Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay que estalló en 1865 e involucró a Uruguay, fue registrada por el uruguayo Esteban García, de la firma “Bate y Cia.”. Al terminar este terrible período, existe ya en Montevideo la “placa seca” a base de gelatina. El trabajo se hace más libre y creativo, por parte de aficionados serios.

Surgen grupos, al estilo europeo, como la Sociedad Fotográfica de Aficionados —la que pasó a ser luego el Foto Club Montevideo y a partir de 1940, Foto Club Uruguayo—. Estas actividades, que comienzan a fines de siglo, comprenden “salones artísticos” y concursos, y nuclear a sectores pudientes de la sociedad y de cultura europeísta, lo cual abre más la brecha entre éstos y los fotógrafos de prensa, que ya trabajaban activamente, primero publicando sus fotos por reproducción litográfica y luego por mecanismos directos.

Es justo destacar los trabajos de figuras importantes de la fotografía uruguaya anterior a los años 60, como el Dr. Augusto Turenne, el Dr. Alfredo Pernil, el Arq. Eduardo Defey, el Dr. Pedro Visca, el Sr. Ramón Rivero, el Sr. Carlos Silva, el Sr. Julio Genovese, Don Luis Portas y especialmente por su labor de exhibición —tanto en Uruguay como en el extranjero— Rómulo Aguerre y Alfredo Testoni, ambos con obras adquiridas en diversos museos.

La fotografía tuvo, por su época, las características de la sociedad uruguaya toda: una formación estética clásica y una prosperidad que desviaba la atención de los problemas que más tarde detonarían. A mediados de la década de los 60 comienzan a surgir intentos para sacudir las miradas. Aparece el Grupo “Alfa” en el FCU (Silvia Julber, Alvaro Mayor) y figuras independientes. La crisis, la represión y finalmente la dictadura con su ferreo control sobre la mente, provocan un vuelco masivo hacia el lenguaje de la imagen, que cambia su temática. La generación de Dina Pintos, Héctor Borgunder y José Luis Samandú forma activamente a los nutridos grupos que pronto generarán el movimiento fotográfico que hoy alberga Montevideo.
La temática social de los años setenta, se canalizó a través de los nuevos fotógrafos de prensa independientes, mientras que corrientes más introspectivas e incluso formales, ocupan lugares predominantes. Exponer se vuelve un fenómeno frecuente, y surgen agrupamientos por afinidad de estilos (Grupo “936”: Schettini, Viana, Giusti, Marinari, Castelli) o por solidaridad laboral (ARGU).

La etapa actual es, sin dudas, la más rica en caminos y producción. A las numerosas exhibiciones se han sumado envíos colectivos al extranjero, intercambios con grupos de Argentina, Brasil y Venezuela, incipientes esfuerzos de publicación, mesas redondas, talleres. Se hace acuciante la necesidad de recibir más información a través de catálogos y revistas serias.

Hay esfuerzos por integrar a sectores relegados por razones de diversa índole, como los fotógrafos del Interior del país (formación de grupos en Durazno, San José, Trinidad, Florida, Maldonado y Tacuarembó, en convenio con el Ministerio de Educación y Cultura) y las mujeres fotógrafas (“Campo Minado”: Castro, Garro, Mines, Moubayed, Pagglianno, Peri, Fichero, Siegfried, Silva, Torchia, Urrutia).

La presente Muestra aspira a brindar a un público poco informado, un panorama lo más vasto posible de la actual Fotografía uruguaya. Si bien muchos de los invitados serían los mismos si otra persona hubiera hecho la selección, es indudable que hay margen de subjetividad que asumo plenamente. El criterio seguido fue el procurar que estuvieran presentes aquellos/as que aportaron una visión personal bien definida en los últimos tres años, y que siguieran en actividad. Una selección más restringida habría escamoteado trabajos que merecían ser conocidos por el público. Una selección más amplia habría conspirado —por sus dimensiones— contra el propio sentido didáctico de la Muestra. Pero creo que es un hecho positivo que la nómina no haya agotado el total de individuos que trabajan creativamente en este campo. Ello, sumado a la presencia creciente de fotógrafos muy jóvenes que ya comienzan a integrarse a las muestras colectivas, está marcando la importancia que la Fotografía ha cobrado en Uruguay en los últimos años.

La Muestra no es retrospectiva, porque entendí que el volumen y la madurez de la producción actual hacían urgente una mirada al conjunto, y también porque es este auge el que justifica la celebración del aniversario. Ello no quiere decir que se olvida a los que abonaron el camino hasta este punto, por el contrario, respetamos y agradecemos.

La individualización de los orígenes formativos de los participantes, en cuatro áreas —Testimonio Gráfico, Expresión personal, Publicidad e Investigación Científica— no pretende separar ni jerarquizar, sino sólo ayudar a la comprensión de forma de lenguaje y posibles influencias. La inclusión de fotógrafos científicos quiere hacer justicia a un sector que trabaja con grandes limitaciones tecnológicas y muy escaso estímulo, pero alcanzando a menudo niveles muy altos de creatividad y comunicación visual.

La Muestra habrá alcanzado uno de sus propósitos más importantes si demuestra la magnitud de nuestro movimiento fotográfico y si redunda en un mayor respeto hacia quienes lo integran, en cada una de las áreas.

Diana Mines

Expositores:

Área: Expresión personal
Panta Astiazarán
Mario Batista
Gustavo Castagnello
Cristina Cesari
Roberto Fernández
Darío Ferrari
Rodolfo Fuentes
Marcelo Isarrualde
Hugo Marinari
Maida Moubayed
Alberto Pígola
Ana Richero
Mario Sagradini
Mario Schettini
Roberto Schettini
Fidel Sclavo
Alvaro Zinno

Área: Testimonio Gráfico
Jorge Ameal
Carlos Amerigo
Julio María Barcelos
Oscar Bonilla
Daniel Caselli
Carlos Contreras
Ariel Gómez
Freddy Navarro
Armando Sartorotti
Daniel Stapff
Nancy Urrutia
Jorge Vidart

Área: Investigación Científica
Astronomía: Carlos Gereda y Gonzalo Vicino
Física: José Luis Vila (Facultad de Ingeniería)
Biofísica: Claudio Benech y José Sotelo (Inst. Clemente Estable)

Área: Publicidad
Nelson Olivera Caballero
Dominique Tschirren
Juan Ángel Urruzola

La muestra se realizó en Abril de 1990 en el Subte Municipal.

1 comentario:

Jorge Ramiro dijo...

Me gusta conocer mucho sobre historia, principalmente de distintos lugares tanto de nuestro país como de los vecinos. El ultimo año pude viajar a la habana y por eso quisiera poder revivir también a través de lugares como este en donde compartamos nuestras experiencias, y le ayuden a otros