sábado, 30 de julio de 2011

Shomei Tomatsu


Tapa del libro Nagasaki 11:02, de Shomei Tomatsu, 1966.

“Sueño con un nuevo tipo de cámara conectada directamente a la corteza cerebral. No más grande que un par de lentes ni más pesada que un sombrero. Funcionaría de continuo, ajustando automáticamente la velocidad de obturación, la apertura, el foco y moviendo el zoom de lo más cercano a lo más lejano. Bastaría con que el fotógrafo pensara que quiere fotografiar determinada cosa. La película se rebobinaría automáticamente y podríamos tomar mil fotos sin cambiarla. Sería tanto en blanco y negro como en color. No sería posible registrar al mismo tiempo el lugar donde uno se encontrara, pero sí el día y la hora de cada foto, que quedaría registrada en el borde del film, automáticamente (…) Con esta cámara acoplada a mi cuerpo dispararía y dispararía y dispararía…” (Shomei Tomatsu, 1968).

Quizás muchos de nosotros imaginamos alguna vez que llegaría un día en que podríamos tomar fotos sin necesidad de una cámara. Pero en 1968 los sueños realizados de la tecnología hacían menos probable semejante ilusión. Cincuenta años más tarde el sueño del fotógrafo japonés Shomei Tomatsu (1930) es realidad en todo, salvo en la conexión directa al cerebro. Y allí dónde pone un freno a su fantasía – “no sería posible registrar al mismo tiempo el lugar donde uno se encontrara” – las nuevas cámaras superan su imaginación ya que un paneo de video realizado con el mismo aparato, más el GPS incorporado, dan hoy el lugar exacto de cada toma. Quizás algún ingeniero japonés leyó este texto de Tomatsu y dedujo de allí el plan de investigación de la industria para las próximas décadas. Si esto es lo que un fotógrafo como él desea – habrá pensado – esto es lo que debemos conseguir. Shomei, por su parte, fiel a sus deseos, recorre ahora las calles con una Canon G10, o al menos así se lo ve en Youtube.

1 comentario:

Daniel dijo...

Ricardo,
una lección de vida fotográfica.
Mismo si el video es en japonés, se "entiende" todo.
Tu texto precioso también, gracias.
Daniel