Escuché la Tertulia de El Espectador del miércoles pasado (9 de mayo), sobre el comunicado que enviamos los fotógrafos respecto al uso de nuestras imágenes por la policía.
Hubo opiniones diversas, como debe ser. No obstante, los participantes coincidieron en que las imágenes no deberían ser utilizadas en ningún caso sin autorización de los fotógrafos. A pesar de que esto es lo que dice la ley, es bueno que se reconozca.
Es válido el planteo derivado de la intervención de un oyente y formulado por Luciano Alvarez: qué deberíamos hacer si las fotos no publicadas fueran la evidencia de un crimen. Ninguno de nosotros tiene dudas al respecto. Ojalá tuviéramos fotografías del asesinato de Héctor Da Cunha, por ejemplo. Si no aclaramos esto en el comunicado fue, en primer lugar, porque debíamos hablar de la regla general y no de las excepciones. Y en segundo término, porque nuestro mensaje estaba inevitablemente ligado al episodio que se refería, las protestas contra la visita de Bush, un acto político donde hubo dos lesionados leves y algunas vidrieras rotas.
Lamento muchísimo que, a pesar del esfuerzo de Klein en un momento de la conversación, la Tertulia no abordara el corazón de nuestro planteo. Esto es, que la presunción de que un periodista puede devenir, según de qué se trate, un auxiliar de la policía, implica una severa restricción a la posibilidad de informar. Para el caso de quienes informan por medio de palabras, esto significaría que la fuente creyera que está hablando con un periodista pero al día siguiente descubriera que su testimonio fue dado a un policía. Sin el derecho a la reserva de la fuente los periodistas no podrían informar sin exponer a quienes acceden a dar su testimonio. Vale decir, en muchos casos simplemente no habría testimonios.
Cada vez que tomamos una foto en tanto fotógrafos de prensa, establecemos un contrato expreso o tácito con las personas fotografiadas de que las imágenes tendrán un uso periodístico. Si mañana aparecen en un afiche publicitario, estaremos violando el acuerdo y seguramente seremos demandados. Si las fotos terminan en un legajo policial, también violamos el acuerdo. Confundir el papel de la prensa con el de una policía potencial o encubierta daña la confianza que la prensa necesita para hacer su trabajo. El resultado es lo que ocurrió el martes 1 de mayo en la Plaza Cagancha, donde se reunieron un grupo de jóvenes anarquistas. Varios fotógrafos que acudieron no pudieron tomar ni siquiera una fotografía.
En las pasadas elecciones internas del Frente Amplio, mientras tomaba fotos en un Comité de Base, una vecina me increpó duramente sugiriendo que no era periodista sino tira. A todos nos pasan cosas así. Era una reminiscencia de la dictadura. Sería un desastre que ahora tuviéramos que enfrentar la misma sospecha, en nuevos tiempos: que el fotógrafo esta allí para mandarte en cana.
viernes, 11 de mayo de 2007
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1 comentario:
Estimados contertulios les comento que resulta triste que profesionales con gran poder de repercucion a traves del espectador analicen un tema desde el perfil politico partidario.
Conozco personalmente al Dr Van Rompaey desde hace 20 años y jamas le escuche hacer un comentario partidario y desconozco su filiacion politica.Solo se que es un ser demasiado equilibrado y no merece la evaluacion que se esta haciendo.
Aldo del Prado
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