El artículo que mencionaba Daniel, sobre el caso de Nancy, edición del 07/12 Brecha.
Fotoperiodismo y derecho a la imagen
¡Bajá esa cámara!
Los límites del fotoperiodismo están en discusión. Un reciente fallo judicial busca salvaguardar el derecho a la imagen de las personas en detrimiento de la libertad de información. La polémica recién comienza.
Mariangela Giaimo
Su cara se volvió famosa en junio de 1985. Su fotografía es la más recordada de las tapas de la revista National Geographic. En ese momento era apenas una adolescente de 13 años, una refugiada afgana en un campo en Pakistán, de la que no se sabía absolutamente nada más. Su foto buscó representar antes que nada el drama de las mujeres bajo el régimen talib. Pero 15 años más tarde, su retrato se ligó a un nombre: Sharbat Gula. Es que Steve McCurry decidió volver a fotografiarla para todos.
20 de mayo de 1987. 18 de Julio y Cuareim. Fachada del Ministerio de Relaciones Exteriores, o Palacio Santos. Nancy Urrutia retrata a un chico de 11 años en una marcha por los derechos humanos. El gurí sostiene un cartel con la leyenda “Justicia” y la foto de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. En 2005 ese rostro pasa a tener nombre: Fernando Ayala decide demandar a Brecha por la publicación de su foto (por segunda vez, en la portada del 20 de mayo de 2005). Ahora tiene 33 años, y a diferencia de Sharbat Gula, Ayala cree que su imagen ha sido denigrada. La jueza Soraya Gougeon le da la razón y falla a su favor, por lo que Brecha tuvo que pagarle una indemnización. Y entonces Ayala decide ir contra Urrutia (por 7 mil dólares) y Alberto Silva (la foto fue tapa de su libro Para muestra basta un botón: de la A a la Z).
La decisión judicial sentó un precedente: el fotoperiodismo ya no puede actuar libremente en los espacios públicos. Por ello la carta de repudio de la Comisión de Fotógrafos de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU) se titulaba “Un mundo sin fotos”. Pero el tema en realidad trasciende el campo de la fotografía, e implica a todos los medios de comunicación que utilizan imágenes. Y como nadie quiere verse envuelto en una avalancha de denuncias y juicios, ¿habrá que borronear de ahora en adelante siempre los rostros? ¿No se podrán tomar más fotos a una figura humana?
EN PRIMER PLANO. Esta denuncia puso sobre el tapete la tensión existente entre dos grupos de derechos. Por un lado el derecho a la imagen (artículo 72 de la Constitución), que en Uruguay está sólo limitado por la ley 9.739 de derechos de autor (1937) que señala: “es libre la publicación del retrato cuando se relacione con fines científicos, didácticos y, en general, culturales o con hechos o acontecimientos de interés público o que se hubieren realizado en público”. Y por otro están los derechos de autor y la libertad de información –tanto del periodista como del público– establecidos en el artículo 29.
Ayala afirma que esa foto fue armada por la fotógrafa –algo que niegan Urrutia y varios colegas– y que tuvo un efecto de “desnaturalización de su personalidad atribuyéndole al sujeto una leyenda con opinión política (...) valiéndose de la inocencia de un niño. (...) para facilitar la venta del semanario, haciéndolo más atractivo”.
¿Pero ésta es una foto que lo denigra? ¿Hay un daño moral? “No hay agravio”, afirmó Daniel Caselli, integrante de la Comisión de Fotógrafos de apu que ha informado a varios medios de prensa internacionales de la situación. “No es una foto política, sino de derechos humanos. Está sosteniendo un cartel que dice justicia y la cara de dos senadores asesinados. No está poniendo ‘yo soy de tal partido’”.
A nivel internacional este tema también ha sido objeto de luchas legales. En 1986 un fallo de la corte de apelaciones de París afirmaba que “la circunstancia de que una persona interesada en la actualidad se encuentre en un lugar público no puede interpretarse como una renuncia al derecho de cada persona sobre su imagen y su vida privada, ni conlleva una presunción de autorización”. Así, en Francia se impuso la necesidad de “borronear” caras retratadas en segundo plano, y el rostro de aquellos individuos que no dieran por escrito su autorización. Pero a fines de los ochenta se avanzó un paso más en esa dirección: comenzaron los juicios contra medios que publicaban fotos de paisajes. El semanario Point publicó una foto en la que en un ángulo se observaba una parte de la pirámide del Museo del Louvre. Las autoridades enviaron a la publicación un recordatorio de los derechos de autor y solicitaron una compensación.
Esta línea argumentativa, que también se dio en tierras estadounidenses e inglesas, tiene empujes y frenos en casi todos los países. En 1982 Clarence Arrington demandó a The New York Times por haber publicado una foto tomada sin su consentimiento en Wall Street, para una tapa de 1978 que ilustraba un artículo sobre la clase media negra. El tribunal de apelaciones de Nueva York falló el año pasado a favor de la publicación ya que consideró que el derecho a la libertad de expresión está por encima del derecho a la privacidad. Contradicciones de una ciudad que está atestada de cámaras de seguridad como parte de un plan de lucha contra el terrorismo, pero que cuenta con severos controles de registro fotográfico y filmación.
En Inglaterra, a mitad de este año, J K Rowling –creadora de la saga de Harry Potter– perdió en primera instancia una demanda por violación a su privacidad. Hace dos años, el Sunday Express ilustró una entrevista a esta escritora con una imagen tomada por un fotógrafo oculto que trabajaba para la agencia internacional Big Pictures. La fotografía la muestra junto a su marido y su hijo de 20 meses de edad en un carrito en una calle de Edimburgo. La autora considera que esa imagen es una violación del derecho a la privacidad de su hijo y fundó su demanda en la ley británica de protección de información, de 1998. Rowling le ganó el juicio a la publicación, pero Big Pictures decidió seguir la batalla y el juez finalmente la amparó. Si bien el magistrado reconoció el derecho a proteger la intimidad de sus hijos, si se efectúan actividades en un lugar público no existe una garantía de privacidad. Sin embargo, la sentencia reafirma que el derecho a la información siempre se basa en que no se muestre a una persona en una situación “humillante o vergonzosa” aunque ocurra en un lugar público.
Los reporteros gráficos o fotógrafos trabajan aplicando el axioma de que cuando se está en una actividad pública en un espacio público, tomar fotos está permitido. Algo que la propia ley de 1937 autoriza.
En este tipo de casos los límites se vuelven casi evidentes: “las personas asumen la responsabilidad de estar allí. El fotoperiodista trata, desde su punto de vista, de registrar y dar a conocer una noticia”, explicó Jorge Ameal, fotógrafo integrante de la comisión de apu. Claro que siempre está la posibilidad de pedirle al fotógrafo que no saque fotos. Pero ceder ante el pedido queda librado al juicio de cada profesional. “Me ha pasado de tener que hacer una foto y las personas me han pedido no salir. Y eso lo respeto. La foto no la hago. Con los equipos que hay ahora es muy fácil que las personas se den cuenta de que estás trabajando”, sostiene Federico Gutiérrez.
Pero no siempre las cosas son tan claras. Dice Pablo Porciúncula: “Si veo una pareja que se está besando en medio de una plaza, la actividad no es pública. Es probable que saque la foto, pero también que hable con ellos. Ahora, si un ministro entra a un juzgado y te pide no salir, no corre la misma regla de cualquier persona que hace la fila de Iemanyá y me pide de no enfocarla. El tipo está siendo noticia por la investidura, más allá de la persona”.
Ayala argumenta que en esa época era un niño, que vendía junto a su padrastro golosinas en la vía pública. Esa situación es irrelevante para Panta Astiazarán: “No importa, ese muchacho estaba en un acto que era para ser visto, fotografiado o filmado. La realidad de la gente que estaba ahí era que eso se fotografiase y difundiese. Ese cartel era para ser visto. ¿Cómo se piensa que una persona no va a sacar una foto de eso? Es obvio”. Pero Astiazarán también considera de todas formas que Ayala tiene derecho a que se retiren los libros de Silva de circulación, pero de ninguna forma a pedir una compensación económica. Por su parte, Porciúncula agregó: “Si un niño está en un acto público es responsabilidad de un adulto. ¿Dónde estaba el adulto responsable del niño para cuidar de su integridad? Esa persona tendría que ser demandada por haber dejado al niño ahí”.
Para muchos, a veces es necesario mostrar la imagen de un niño –o de otra persona– para denunciar una situación de violencia. Por lo menos eso fue lo que buscó McCurry publicando la foto de Gula. Para el fotógrafo Iván Franco, “si usamos la fotografía de un niño para ilustrar algo que lo puede perjudicar estoy de acuerdo en que no hay derecho, pero los niños de la calle pueden ser fotografiados como forma de denunciar y registrar una violación de otros derechos más importantes que el de la imagen”.
MEROS ACCESORIOS. La jueza actuante en la causa iniciada por Ayala evaluó que si bien no hubo enriquecimiento injusto por parte del semanario, la foto en cuestión no podía incluirse dentro de las excepciones que establece la ley de derecho de autor. En la sentencia se cita a la argentina Matilda Zavala de González, quien sostiene que cuando se individualizan personas éstas dejan de ser “meros accesorios del paisaje”.
Esta mirada refleja, para Iván Franco, un desconocimiento profundo de lo que es el fotoperiodismo: “Justamente, las personas son el 99 por ciento del motivo de una foto. Con esta afirmación no se puede hacer más fotoperiodismo ya que la figura humana siempre está presente y es el centro de atención de la imagen”. No se puede medir una foto con la vara del mero accesorio. La mirada y la significación van por otros carriles, y la figura humana es parte de un todo. Según Porciúncula, “la importancia de la foto está más allá del niño –que le puede dar una asociación de inocencia o esperanza–. No es un niño particular o extraordinario. La composición de los elementos: cancillería, figura, cartel y fotos de los políticos es lo más fuerte”.
Así con un clic la sociedad entra, según Ameal, en una situación paradójica: justo cuando más se desarrollan las nuevas tecnologías y la fotografía se hace más accesible para todos, aumentan las “avalanchas de juicios como negocio, y una especie de privatización de todo, hasta de la calle. Las fotos son un motivo de registro, memoria de la historia y construcción del imaginario colectivo de la gente. Debemos defender ese derecho”.
Por ahora no hay novedades en los juicios contra Urrutia y Silva. Pero todos los fotógrafos consultados por Brecha se preguntan sobre los riesgos a los que se exponen al seguir trabajando, con una sentencia que limita seriamente su actividad. Según Gutiérrez, “si se confirma lo mismo con Nancy, no vamos a saber qué hacer. O dejar de hacer fotos, o sacar a gente de espaldas”. Caselli en ese sentido propone cambiar el marco legal, así como comenzar a pensar en regular Internet y las nuevas tecnologías. Después de todo esto, aclara, no es cosa sólo de fotógrafos, sino de toda la prensa.
* Roman Gubern: La mirada opulenta. Gustavo Gili, Madrid, 1987.
Con Nancy Urrutia
“No armé ninguna foto. Vi a ese niño sentado en un balcón y me pareció que podía ser muy significativo para representar lo que era esa marcha –que aún no era de los desaparecidos–. Cuando me llega la citación convoco a la gente de apu y a mis colegas. No es una situación sólo mía, es un tema de la prensa en general. Acá estamos todos involucrados, esto implica a la libertad de prensa y toca a todos los medios de comunicación. Más allá de mí, se ha marcado un antecedente. Acá no podemos autocensurarnos y sacar fotos pensando en tener un juicio o no. En este momento trabajo free-lance y no tengo ninguna empresa que me respalde económicamente. Me pregunto: ¿los dueños de los medios de prensa están de acuerdo?”
“Los reporteros gráficos cuando vamos a una actividad pública, como un partido de fútbol, vemos que cada familia lleva a su chico –por lógica– con una bandera. Incluso muchas veces nos piden que les saquemos fotos. Nosotros no podemos andar pidiéndoles permiso a todos. Iríamos a lo absurdo. Nunca nadie se enojó. Sacamos fotografías naturalmente y con mucho respeto. Si alguien nos dice que no, bajamos la cámara.”
“Estoy segura de que si hoy se volviera a hacer la marcha y tuviera que sacar fotos, seguramente sacaría la misma. Me pareció que era un símbolo, no por el chico o por ‘yo soy la fotógrafa’, sino porque tiene la foto de Zelmar Michelini y Gutiérrez Ruiz y dice ‘Justicia’. No es una foto agraviante. Me parece que si ese chico tenía esa pancarta era porque algún mayor que pensaba que también había que hacer justicia estaba con él. Es lo que habitualmente sucede.”
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1 comentario:
Agustins:
Gracias x subir la nota de Brecha. Ya la había escaneado, y no me gustaba como quedaba para subirla al Blog.
Abrazo
dc
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