sábado, 25 de abril de 2009

Semana Santa en imágenes

http://www.boston.com/bigpicture/2009/04/holy_week.html

viernes, 24 de abril de 2009

Premios Ortega y Gasset de Periodismo

Premios Ortega y Gasset de Periodismo
para Adolfo Suárez Illana en fotografía
y Amaya García en digital (multimedia)

Los XXVI Premios Ortega y Gasset de Periodismo, que organiza el diario El País de España, han deparado algunas sorpresas en su última edición. La foto de Adolfo Suárez, ex presidente del Gobierno, y del Rey Don Juan Carlos paseando juntos, publicada en todos los medios españoles y tomada por el hijo del presidente Suárez, Adolfo Suárez Illana, ha sido, por mayoría, la imagen ganadora del galardón en la categoría de Mejor Información Gráfica.
En Periodismo Digital, el premio ha recaído en la española Amaya García Ortiz de Jocano, autora del reportaje Clase de historia a pie de fosa, publicado por Elmundo.es, por la sensibilidad con la que aborda un trabajo sobre las exhumaciones y la memoria histórica.
Los premios son siempre discutibles
aqui les dejo los dos

martes, 21 de abril de 2009

The Pulitzer Prizes

http://www.pulitzer.org/works/2009-Feature-Photography
http://www.pulitzer.org/works/2009-Breaking-News-Photography

martes, 14 de abril de 2009

Al asado con el bolso

Gente,

hice una traducción casera para un taller de un texto de Wim Wenders que siempre me gustó mucho y que viene al caso. Es un resumen simple de cosas complejas.

Espero que les acompañe en alguna reflexión. El libro es lindo y esto es solo un fragmento. Si se topan con él, mírenlo. Vale la pena. Lamentablemente no tiene una versión en español.  Se llama Once, que es algo como "Había una vez...".


Wim Wenders, Once, D.A.P, 2001

Disparar fotos.

Sacar fotos es un acto en el tiempo,
en el cual algo es extraído de su momento
y transferido a una clase distinta de duración.
Se asume que lo que sea que se capture en ese acto yace FRENTE a la cámara.
Pero eso no es cierto.
Tomar fotos es un acto en dos direcciones:
hacia delante
y hacia atrás.
Si, tomar fotos también “repercute”.
Pero esto no es una simple comparación
Así como el cazador levanta el rifle,
apunta al venado en frente de él,
aprieta el gatillo,
y, cuando la bala parte desde el caño
es empujado hacia atrás por la explosión,
el fotógrafo, del mismo modo, es empujado hacia atrás,
hacia sí mismo,
cuando aprieta el disparador.

Una fotografía es siempre una doble imagen,
mostrando, en una primera mirada, su tema.
Pero en una segunda mirada -más o menos visible-,
y, “escondido detrás” para decirlo de alguna manera,
muestra el “ángulo inverso”:
la foto del fotógrafo en acción.

Pero del mismo modo que el cazador no es alcanzado por la bala
sino que siente el golpe de la explosión,
tampoco el lente capta, de hecho,
esta contra-imagen contenida en cada foto.
(Aunque permanece inextricable en la foto
como una impresión invisible del fotógrafo
que se revela en el cuarto oscuro...)


¿Cuál es entonces el culatazo del fotógrafo?
¿Cómo nota uno ese impacto?
¿Cómo afecta al tema
y qué rastro de ese empujón queda en la fotografía?
En alemán hay una palabra muy reveladora
para este fenómeno,
una palabra conocida en diversos contextos:
"EINSTELLUNG".
Significa la actitud
con la que alguien se acerca a algo
psicológica o éticamente,
esto es, la manera de aproximarse a algo
y de "asimilarlo".
Pero "Einstellung"
también es un término que viene de la fotografía y el cine,
y que significa tanto la "toma" (una toma concreta y su encuadre)
como el modo de ajustar la cámara
en términos de la apertura y la exposición
con las que el fotógrafo "saca" la foto.

No es una coincidencia
que (al menos en alemán) la misma palabra defina ambas cosas:
la actitud
y la fotografía así producida.
Cada fotografía
refleja la actitud
de quien la toma.

Así que el culatazo del cazador
corresponde al retrato del fotógrafo
que es más o menos visible “detrás de la foto”,
solo que en vez de captar sus características,
define la ACTITUD del fotógrafo
hacia lo que esté frente a la cámara.


La cámara es por tanto un ojo
capaz de mirar hacia delante y hacia atrás
al mismo tiempo.
Hacia delante “saca la foto”,
hacia atrás, graba una sombra vaga,
una especie de rayos X de la mente del fotógrafo,
que permite mirar a través de sus ojos
directo el fondo de su alma.
Si, delante, la cámara ve su tema,
detrás ve el deseo de capturar ese tema en particular,
o sea que muestra de modo simultáneo LAS COSAS
y EL DESEO de ellas.

Cada segundo,
en algún lugar del mundo,
alguien aprieta el disparador
capturando algo
porque él (o ella) están fascinados por cierta LUZ
o CARA
o GESTO
o PAISAJE
o ESTADO DE ÁNIMO
o simplemente porque cierta SITUACIÓN
desea ser capturada.

Los temas en fotografía,
obviamente,
son incontables,
multiplicados al infinito por cada segundo que pasa.
Sin embargo, cada momento en que se toma una foto,
en cualquier lugar del mundo,
es un evento único,
con su particularidad
garantizada por el incesante progreso del tiempo.
(Incluso los zillones de instantáneas de turistas
en esos lugares señalados como "photo opportunities"
son de todos modos eventos únicos.
Aun en los lugares comunes más triviales
el tiempo se mantiene irreversible).

Y lo que es asombroso de cada una de las fotos
no es tanto que "congelen el tiempo"
-como la gente piensa-
sino por el contrario que
el tiempo prueba en cada nueva foto
CUÁN imparable y perpetuo es.

Cada fotografía es un memento mori*.

Cada fotografía habla de la vida y de la muerte.
Cada "foto capturada" tiene un aura sagrada,
que trasciende el ojo de quien la fotografió,
y excede todas las capacidades humanas:
cada foto es también un acto de creación fuera del tiempo,
desde la perspectiva de Dios,
para decirlo de alguna manera,
recordando el olvidado mandamiento:
"No adorarás imágenes".

Sacar fotos
(mejor: tener el increíble privilegio de sacar fotos)
es "demasiado bueno para ser cierto".
Pero también es
demasiado cierto para ser bueno.
Cada foto es un acto presuntuoso
y de rebelión.
Tomar fotos lleva más a la codicia
que a la modestia
(es por esto que la actitud fanfarrona
es más común en fotografía
que la humildad).

Si, entonces, la cámara dispara en dos direcciones,
hacia adelante y hacia atrás,
mezclándose ambas imágenes
de forma tal que el "atrás" se disuelve en el "adelante",
esto le permite al fotógrafo
en cada momento de sacar fotos
estar adelante con sus sujetos,
en vez de estar separado de ellos.
A través del "visor"
quien mira puede salir de su caparazón
para estar "del otro lado" del mundo
y por tanto recordar mejor,
comprender mejor,
ver mejor,
escuchar mejor,
y amar más profundamente
(y, ¡ay!, despreciar más profundamente también.
El "ojo del mal" después de todo existe).

(....)

 

*memento mori podría traducirse como “souvenir”.

miércoles, 8 de abril de 2009

Adiós al fotógrafo

Por Santiago Legarre, La Nación


Ya no grita el fotógrafo familiar pidiéndoles a los suyos que digan "whisky" o "cheese". El fotógrafo ha muerto. Lo mataron las cámaras digitales, los celulares y la banalidad de quienes en lugar de disfrutar el presente prefieren retratarlo rápido para poder verlo al día siguiente en Facebook.

Un amigo observador me explica que hoy la gente no va a los recitales a ver y escuchar a los músicos, sino a verse a sí misma. Fanáticos y aficionados se dedican a filmar y sacar fotos con sus celulares y cámaras último modelo, para luego subir todo a su espacio virtual (My Space). Y acaso sólo entonces hagan lo que no hicieron la noche anterior: escuchar a los músicos.

Otro ejemplo: la naturaleza. ¿Para qué comprar postales si puedo producirlas yo mismo? ¿Para qué mirar el paisaje ahora si puedo congelarlo con el teleobjetivo? Preguntas que alguna vez fueron un sinsentido ?excepto para los fotógrafos profesionales? se han convertido en interrogantes retóricos, que dejan en ridículo a quien se pregunte lo contrario: ¿para qué filmar el paisaje si puedo entregarme a esta experiencia única, y puedo comprar después una postal para recordarla?

Y otro: las fiestas de familia. Antes se contrataba a un fotógrafo, o había una tía fotógrafa, y punto. Y el punto permitía disfrutar de la fiesta: el casamiento, la comunión, los quince; la abuela, los primos hermanos, los primos segundos, los sándwiches de miga, las papas fritas, la gaseosa. Y, como telón de fondo, los flashes esporádicos, y cada tanto, acomodarse para una foto, a pedido de mamá.

Ya no más. Ya no: aquella forma de disfrutar se acabó, para chicos y grandes. Hoy, más que posar para una foto hay que pensar si existe algún momento de la fiesta en el que alguien no nos enfoque con una cámara. El problema ya no consiste en esquivar un pedido de foto, sino en encontrar a una persona que no esté sacando fotos para, entonces, sacarle una foto a ella?

¿Y la fiesta en sí? No hay drama: la fiesta se puede ver al día siguiente en el monitor de mi vida online, aislada, pues las fotos y los videos ya habrán sido subidos esa noche a alguno de los mil álbumes virtuales. Albumes que después no tenemos tiempo de visitar. Si lo hacemos, nos parece que las diapositivas avanzan demasiado lentamente, y aceleramos el timer.

No hace falta traducir ni explicar: ¿quién no lo ha hecho alguna vez? ¡Hay tanto material para ver que resulta imposible verlo todo!

Este es el nuevo credo fotográfico: no mirarás la cara de tu hijo cuando le entregan el diploma, no contemplarás la sonrisa de tu hermana, que lleva la bandera; no sonreirás tiernamente al ver las lágrimas de emoción que bajan por la mejilla de tu mujer cuando le dicen que la eligieron mejor compañera de la empresa. Porque no las verás, esas lágrimas. Porque estarás filmando.